El orgulloso músico mendigo
no acepta limosnas.
Sobre mi cuerpo desencadena
el caos de sus labios
encamandome de nuevo.
Y nuestra soledad nos devuelve
todo lo hurtado
por tus ojos tristes.
Son perpetuas luchas libradas
en mis adentros
y solo encuentro tregua
acampado en tus infiernos.
En vacias avenidas vendidas
teatros de sus pesquisas
Yo exhalo una brisa,
un hilo de beso.
La dama de noche
rotunda sentencia:
"En el banco de los besos vibraron los dilemas."